¿Adictos al drama? Los que viven la vida como una queja constante

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¿Quién no conoce a alguien que siempre tiene un problema terrible, y cuya vida parece salida de una telenovela? ¿Necesitan sentir que su existencia es una ficción, donde él o ella son protagonistas?

Personas que actúan como si sus complicaciones fuesen peor de lo que son en realidad, con reacciones emocionalmente excesivas. Se caracterizan por articular capítulos que van creciendo en una trascendencia hacia el conflicto, con la victimización que esto conlleva. De este modo, les dejan a los demás muy poco espacio para poder indicarles algún tipo de salida.

El ingeniero Juan José Arévalo, máster coach profesional analizó que a estas personas "todo parece sucederles de manera catastrófica, sin que haya posibilidad para modificaciones. Por eso, lo único que esperan es que las circunstancias ajenas a su responsabilidad cambien".

"Suele tratarse de personas que reaccionan exageradamente ante los eventos cotidianos de la vida y maximizan los problemas"

Bien podría decirse que se trata de "enfermos del drama". "Se trata de aquellas personas que parecen estar incapacitadas para crear escenas con nuevas posibilidades de resolución. Están impregnadas de dolor y amargura, e inventan historias en las que son las figuras centrales", describió el especialista, quien agregó que "viven sujetos a las emociones que los tienen tomados, y relatan los sucesos de su vida poniendo el poder en el afuera".

Y tras asegurar que "este tipo de protagonismo se basa en la lástima que suelen generar, y que les otorga el afecto y atención que desean de los demás", señaló que "así dejan de lado el verdadero foco central que les podría otorgar el poder para cambiar la historia, y la posibilidad de transformar los resultados".

Como suele tratarse de personas que reaccionan exageradamente ante los eventos cotidianos de la vida y maximizan los problemas hasta niveles verdaderamente increíbles, "cualquier atención que reciban es mejor que nada". "El origen de este comportamiento es fruto de una baja autoestima, y una necesidad profunda de generar en los otros compasión y cariño", aseguró Arévalo.

Menos tragedia, más comedia

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Darle a todo lo que sucede gravedad y categoría de dramático, no hará más que complicar la propia mirada del asunto. "Si nos desafiamos a observar las cosas con serena liviandad, posiblemente dejaremos de angustiarnos y no sentiremos la necesidad de vivir cada situación con tanta intensidad y conflicto", recomendó el especialista, para quien "también será de mucha ayuda renunciar a querer tener la razón sobre todo lo que se cuenta de manera negativa. Esto no abre posibilidades para generar vínculos que nos quieran acompañar".

"Los resultados tales como quedarse solo, sentirse devaluado y otras consecuencias de contarse y vivir la vida como una novela dramática, nos invitan a cambiar nuestra forma de estar siendo en el mundo -consideró-. Abandonar esta manera de analizar lo que nos pasa, desafiando nuestra mirada puede ser uno de los caminos para dejar de ser una persona dramática".

Según Arévalo, "el adicto al drama necesita apoyo", ya que el resultado de quien cuenta y se cuenta sus historias de forma dramática, suele ser el quedarse solo. Esa constante desvalorización que sostiene que no merece nada bueno, se transmite a los demás. De esta forma, se auto discrimina excluyéndose a sí mismo de la felicidad.

"Por eso necesita revisar sus complejos y entender que son los que generan su propia novela, ya que se relaciona con los demás desde su vínculo con él mismo.

El negar la realidad suele ser el resultado de la incapacidad para cambiarla y, en consecuencia, entorpece su propia flexibilidad. Esta plasticidad es importante a la hora de asumir que puede haber otra mirada, aparte de la suya", describió.

Desdramatizar la vida, esa es la cuestión

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Existen preguntas que pueden facilitar la salida del drama. Depende de cómo sean las respuestas, acercarán o alejarán a la persona del compromiso de cambiar el observador que se está siendo. Estas preguntas no son las únicas, pero bien pueden abrir una puerta para desdramatizar la vida:

¿Para qué me sirve dramatizar todo el tiempo?

¿Cómo me siento teniendo esta actitud?

¿Cómo se sienten y como me ven los demás frente a "mis telenovelas"?

¿De qué modo sirve mi proceder en las relaciones personales?

¿Todo lo que me pasa es dramático?

¿Cómo impacta en mi vida este "modo de ser"?

¿Cómo sería mi vida si dejara de dramatizar?

Para que estas preguntas ayuden a salir del drama, será necesario responderlas desde el compromiso de un cambio, no sólo del relato, sino también del propio "estar siendo". "La idea es que las emociones que nos tienen atrapados, dejen de hacerlo y den lugar al entendimiento de que las cosas pasan, pero que nosotros somos los encargados de evaluar lo que hacemos con lo que nos pasa", remarcó Arévalo.

Perfil de un adicto al drama

-Todo le representa un conflicto. No tiene posibilidad de cambiar su observador para ver que existen otras miradas, más allá de las que lo llevan al sufrimiento.

-Complica lo que toca. Suele entorpecer los contextos de lugares donde interactúa, debido a sus estados de ánimo, que pueden variar desde el enojo a la angustia e inclusive la depresión.

-Hace de cada vivencia una tragedia. Su manera de ver las cosas e interpretarlas hace que genere relatos que parecen sacados de una novela. Su sufrimiento parece repetirse sin solución.

-Goza sufriendo para ser el centro de atención. A medida que va hablando de sus relaciones conflictivas, logra ser el centro de atención. Se retroalimenta de sus historias pasadas, que por supuesto hacen sólo referencia a sus relaciones fallidas, generando lástima.

-Ni en sus sueños le pasan cosas buenas. Incluso contando sueños, sus historias suelen centrarse en las cosas que perdió o que le salieron mal, como consecuencia de factores externos a él, sin considerarse parte del problema ni de la solución.